De banda a banda
Escrito por Jorge Llanes
Los promotores encargados del pandillerismo dudaron en aplicar Chimalli, por ser un programa preventivo. Se animaron al constatar que los temas eran los que importaban a los chavos. Así, comenzó un primer ciclo luego de un período de observación de las bandas en diferentes lugares a distintas horas; un recorrido por baldíos, esquinas y aceras de diversos rumbos permitió aproximarse en puntos de reunión de dos de ellas. Entonces empezó la labor de acercamiento. La desconfianza inicial cedió, con volver consistentemente de lunes a viernes entre las ocho y las once de la noche a sus sitios de encuentro. Se empezaron a distinguir rostros y nombres, las sombras se hicieron personas …
Comenzaron las pláticas y, al ir ganando confianza, llegaron las historias. Brotaron de sus labios los relatos de amargura: resentimientos personales, familiares y sociales que permitían entender (mas no justificar) el consumo de drogas para escapar de la sórdida realidad de la opresión y la pobreza, el desafío de los actos antisociales y las violaciones, la multiplicación de las madres – niñas, el desahogo en las riñas en las que salen a relucir piedras, palos, cuchillos, navajas, puntas y hasta armas de fuego.
Invitados a trabajar con el Modelo Chimalli, dijeron «no más platiquitas, ni choros»; pero aceptaron participar cuando vieron que se trataba de otro cosa que no era puro rollo. Empezaron a trabajar. Como a la pasadita, en la décima sesión se notó que algunos de ellos repetían -con palabras propias- la sesión a otros que no podían estar a la hora en que éstas se realizaban con el promotor. La señal estaba captada: al querer y tratar de ayudar a otros, eran voluntarios. Los cambios al terminar el ciclo fueron notables: estudiar, trabajar, alistarse en el ejército … deseos y esperanzas legítimas de cualquier joven, pero descubrieron un acercamiento entre bandas: ya eran una sola y proponían hacer graffitis con los mensajes protectores. Para el segundo ciclo pidieron el material del Modelo Chimalli a fin de llevarlo a otras bandas. «Vean las sesiones banda, es buena onda»; «llegale, te vas a sentir bien y vas a salir de muchas broncas» fueron mensajes de motivación. Se llamaron a sí mismos «Voluntarios del DIF de la Banda Simón Diaz», sin recibir nada a cambio. Están trabajando y dicen «queriendo todo se puede». A los otros chavos-banda se les dijo: «valoren el momento y la oportunidad, que dos veces no se repite». Los miembros de la red, locatarios en la colonia, sus informantes calificados, todavía no dejan de decir que están muy impresionados. Éste es el camino de la verdadera transferencia tecnológica: un plan de acción para la comunidad hecho por la misma comunidad. Comunidad Simón Diaz, San Luis Potosí, SLP.