EL BUZÓN DE LA FELICIDAD
En un pequeño estanquillo, ante la mirada tierna de una imagen de La Guadalupana, en la tienda de doña Jacinta, las mujeres de la comunidad, mezcladas jóvenes y viejas, madres adolescentes y madres de madres adolescentes («y hasta una abuela» dice una) escriben sus cartas para el «buzón de la felicidad». Las instrucciones de Flor fueron claras: «exprésenle a esa gente que la quieren. Luego, entre todas, van a dibujar y a escribir lo que aprendieron en la sesión para hacer los carteles que se pondrán en.
diversos lugares de la comunidad y como el contenido se reflejará en las hojas de autoayuda», Paco, quien había dirigido al grupo en las sesiones iniciales, explica sus razones para dejar la conducción en manos de Flor: hay divisiones en la colonia, algunos sintieron que el liderazgo de un hombre hablando de temas tabú (como siguen siendo los sexuales) podría prestarse a alguna forma de seducción; así, todo queda entre» doñas», Aprender a vivir sin drogas es el tema de la sesión. Mientras las mujeres comentan al respecto, nosotros reflexionamos sobre dos puntos importantes: uno es el de las variadas formas de lograr la concientización, pues hay muchas maneras para percibir los afectos y expresarlos, sin necesidad de ponerlos en boca de los demás; para ello, el buzón es una buena idea. El otro punto es el imperativo de respetar las normas socioculturales de la población. Estamos en esto cuando unas voces chillan te sobresale del barullo y manifiesta su imposibilidad para hacer la tarea porque no sabe leer ni escribir, y luego está la respuesta de Flor: lilas que no sepan leer, que vengan tempranito y yo las ayudaré». Nosotros acompañamos la observación con comentarios sobre ignorancia, miseria e insalubridad, como los componentes del circulo vicioso que hace una indeseable realidad la que hay que aprender a vivir sanamente. Esto es difícil, pero posible. La voz de Flor da testimonio de vocación de servicio. Comunidad 18 de Enero, Acapulco, Guerrero.