La actitud que facilita
Una escena del trabajo comunitario con toda su cotidiana grandeza. Llegamos puntuales a la cita y hay pocas personas de la comunidad, pero poco a poco aparecen más… El encuentro es a la sombra de un viejo y frondoso sauce, donde unas modestas bancas de madera sin respaldo («de las de comedor de agachados», oigo decir) se distribuyen en círculo: La fronda de este árbol señorial transforma los rudos rayos solares en agradable sombra; es un rincón fresco en patio con piso de tierra que se usa para múltiples actividades, según se dirá después, pero que es evidente ante la observación menos detallada: el propio árbol sostiene un aro de basquetbol y, aunque no existe trazo de cancha alguna, se intuye de inmediato que es un espacio donde los jóvenes vecinos llegan a jugar; algo de gritería de muchachos se escucha resonar en el ambiente. Es media mañana, hora de trabajo, por lo que a nadie extraña que las participantes sean sólo mujeres. Maripaz sigue con apego el manual para conducir sesión y Lupita, su compañera, invita a estar ahí con su contagiosa animación. La presencia de los extraños observando no se nota, pues, sentados en medio de ellos, nos fundimos en el grupo. Quien presta el lugar es una promotora natural, quien se impone la tarea de empezar. Se lanza al ruedo y realiza una múltiple faena al tema de las decisiones. La viñeta de Roberto revela una conversación sabrosa, de esas de visitas entre amigas que fluyen como un río de reflexiones a múltiples voces; una por aquí y otra por acá, y otra más allá … acumulan el saber de todas: «nuestra propia inercia, proyectamos lo que está pasando, el diálogo con los esposos no surge, nos quedamos sumisas, primero es ver que podemos decidir, ver las consecuencias, aceptar lo que viene … » La sesión sigue paso a paso y, sin prisas ni pausas, van contestándose las preguntas de todos y de nadie: ¿quién no ha estado frente a una decisión importante, ¿cómo debemos estar preparados? El ambiente permite ver que lo aquí ocurre es, algo más que normal, significativo: las mujeres de la comunidad hacen un alto reflexivo. La atención sobre la sesión de los que pasan por ahí, los ruidos de un taller, el rumor de la calle en medio del cual se distinguen los cantos de los pájaros en el árbol, el ruido de un motor que es reparado en un lote contiguo, una motocicleta que al alejarse deja un susurro de distancias. Y mientras, la sesión ahí se acepta lo que se dice, se discute y se concluye: «Bien pensado, hacerla nosotras para que nuestros hijos aprendan, podemos practicarlo con ellos y platicarlo con los maridos … » y llega la hojita de la semana y su aceptación. Una sellara, con su niño abrazado al cuello, dice que tiene las hojas anteriores, que las lee y le sirven; expresa: «es como repetir nuestra sesión». Y otra agrega: «a mí me han servido para mejorar la comunicación en mi familia», luego otras dicen: «me ha ayudado a bajarle a la pegada (y con las manos sacude al aire unas nalgas de hijos golpeados)». Y, ya en un momento de chorcha, se reparte refresco, se inicia el ritual de los adioses y se hace la promesa del reencuentro: «nos vemos aquí la próxima vez». Centro de Desarrollo Juvenil, Río Verde, 5LP.